Sáb. Nov 23rd, 2024

Miradas liceistas al cerro La Guacamaya

Cerro La Guacamaya

Con afecto sonriente como se añoran los caprichos de los jóvenes, se sostienen en el recuerdo la visión de los volantines, zamuras y papagayos que en la tarde se veían desde cualquiera de las esquinas de la calle Cedeño, flotando en un aire alegre, infantil,delicioso, frugal.

El cielo maravillosamente azulado pasaba por todos los matices del arcoiris. Inesperadamente uno de los liceistas advirtió: «Ricardo fijate quien viene allá», señalando despectivamente con los labios.

Y el muchacho reconoció aquel andar rítmico, ágil, casi de marcha aunque demasiado femenino para ser una adolescente. La miró con toda su voluntad y la total entrega de su ser. En cambió ella, como observando uno de los tantos papagallos ingrávidos, le miró lejana, con ojos calmados, analíticos, cálidos, maravillosamente amables. Para luego alejarse sin voltear, demostrando que como todo amor de estudiante no sentía pasión sino adoración hambrienta.

El muchacho de nuevo fijó su mirada en el bosque y sintió que había sido suyo durante muchas generaciones y por eso quería a sus humildes cuidadores.

La vegetación de la Guacamaya era el resto del gran bosque donde los indígenas cazaban, en aquel sitio, sus hojas sobre la hierba, fluía esperanza a su incontenible amor. Ricardo! le advirtió el compañero: «Si en el Pedro Gual se enteran que te «espichas» por esa «adequita» olvídate del Centro de Estudiantes.

Ricardo sin prestar atención al reproche, precisó como un papagallos con hojillas derribaba a otro y murmuró por lo bajo «Dios de los pobres que han hecho los dirigentes de los hombres a los hombres?»

Douglas Morales Pulido.

Fuerza24

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