En un pueblito de Venezuela, vivía Carlos José Pérez Rodríguez. Medio mundo le decía Carlitos.
Un chamo que a sus 25 años, pasaba sus días en la misma panadería, bebiendo café y mirando por la ventana.
Sus amigos tenían sueños: uno quería ser músico, otro soñaba con estar en las grandes ligas, otro quería ser periodista, uno de ellos soñaba con ser presidente del país y otro de ellos quería jugar en el Manchester.
… PERO CARLITOS NO TENÍA NINGÚN SUEÑO, no tenía METAS.
Se sentía cómodo como vivía, aunque a veces se preguntaba si había algo más allá de su vida cotidiana.
Un día, mientras observaba a la gente pasar, una viejita se sentó a su lado.
Tenía una sonrisa cálida y ojos llenos de historias. “¿Qué haces aquí todo el día, joven?”, le preguntó. Carlos se encogió de hombros. “Nada en particular. Solo paso el tiempo”.
La vida es como un río
La señora lo miró fijamente. “¿Sabes? La vida es como un río. Si no tienes un destino, te dejará llevar por la corriente, pero nunca verás las maravillas que hay en sus orillas”.
Carlitos se quedó pensativo. Nunca había considerado que su vida pudiera ser un viaje.
Intrigado, decidió acompañar a la anciana en su paseo. Mientras caminaban, ella le mostró un jardín lleno de flores vibrantes, un mural pintado por artistas locales y un grupo de niños jugando.
“Cada uno de estos lugares tiene una historia, un propósito”, dijo.
“Tú también puedes crear tu propia historia”.
Esa noche, Carlitos regresó a casa con una chispa en su corazón. Se dio cuenta de que no necesitaba grandes planes, sólo un pequeño sueño.
Así, decidió aprender a tocar la guitarra, un deseo que había guardado en su interior.
Con cada acorde, comenzó a construir su propio camino, dejando atrás la corriente que lo había arrastrado.
¡La vida, al fin, tenía un propósito!
¿Qué te parece la historia de Carlitos?
¿Tienes tu propósito en la vida?
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