El disfrute y apropiación del paisaje y geografía de la ciudad se hizo en siglos superados, asomándose al balcón, un atalaya donde sus centinelas, aspirantes a cronistas, avistaban los espacios urbanos y sus actores.
De allí el título del libro de Alfonso Marín, segundo cronista de Valencia :»Desde el Balcón de la Historia».
Sucede que tras del indetenible transcurrir, se puede observar la urbe con un vehículo aéreo «no tripulado» o «Dron» (en inglés «zángano o macho de abeja reina»). Esa innovación no le resta a la imágenes de la ciudad su relativo y virginal candor.
Esas sedantes visiones solo era posible disfrutarlas trepándose a cualquiera de los cerros y colinas circundantes al valle de Valencia, ahora basta valerse de un «dron» para escapar de los perniciosos soplos de una preciosa comunidad rendida ante «el progreso» automovilista y sentirla nuevamente agitada por inocentes brisas estremeciendo el espíritu valenciano.
Es una razón para reiterarle a los y las cuenta cuentos que presencien el siempre esperado Festival de Papa- -gallos desde y con un dron. Sería una «zamura» tecnológica acompañante de las variedades de volantines y «cometas» que año tras años reencuentran el pasado valenciano en un beso liviano con el presente innovador, con el sentir popular y la tradición señorial.
Será un «zángano» con sumbido monótono acompañando a la inocente y bulliciosa gritería convocada anualmente por el chaman mayor de Valencia Don Rafael Pineda.
Un acontecimiento difícil de superar, el mejor homenaje en el aniversario de la ciudad valiente.